divendres, 4 de maig del 2007

1942 – Un dia de platja des de Barcelona


Aquesta és la crònica recollida, en forma satírica, del que significava passar un dia a la platja venint des de Barcelona, l’any 1942, anys en que no hi havia ni els 600, i la RENFE feia un any que s'havia creat, encara es fa referència a l'escrit, a l’empresa M. Z. A. (Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante) la que feia el servei de tren entre Barcelona i Badalona, i el tramvia quedava tallat per falta de pont sobre el Besòs a Sant Adrià.


De Revista de Badalona any 1942

¿A eso le llaman disfrutar?

El azar ha puesto en nuestras manos, la hoja suelta de un libro de memorias que transcribimos a continuación. Y que por lo que se desprende de la misma ha sido escrita por un barcelonés al que pedimos mil perdones por la osadía de publicar lo que escribió en la intimidad y en momentos de pesimismo. Conste que no vamos a comentar lo que al buen señor le ocurrió, la elocuencia de su original estilo y de los hechos acaecidos dirán más que lo pudiéramos añadir.

“Domingo 26 de julio de 1942 .- Rómulo y Teofilo me dijeron que disfrutaría mucho al salir con ellos hoy para pasar el día en la deliciosa playa de Badalona. Accedí a acompañarles. Nos reunimos en la estación de M. Z. A. a las siete de la mañana; y las colas formadas ante de las taquillas eran bárbaras e imponentes. A las ocho y cuarto habíamos conseguido ya tres billetes de ida y vuelta. Teofilo me ha preguntado si servían para una función de opera, ya que dichos billetes eran de “a-ida”. Le contesto que no; pero que si ha estado alguna vez en la cárcel no le sirve. Parece extrañarle, pero es que no se ha fijado que en el dorso del billete indica que “no es valido para expresos”. Parece que disfrutaremos. Estoy cansado; llevo cinco cuartos de hora en pie. He pasado ya la aglomeración para la entrega del billete. Intentamos subir al tren. Imposible. Es una enorme mole rodeada de gente por todas partes menos por una, la de abajo ¿Qué hacemos?. El maquinista dice que no le esta permitido llevar pasajeros, y el fogonero nos amenaza con su pala. El furgón esta lleno por dentro y por fuera... No hay más solución que esperar la salida del siguiente. Media hora de espera. Rómulo renuncia ya al día de playa, y Teofilo le dice que no se impaciente y que va a disfrutar un rato largo. Se queda. Llega un tren descendente que es el mismo que va a salir dentro de unos minutos para la costa. Pueden más los que quieren subir que cuantos deben bajar, y el tren es tomado al asalto por estribos y ventanas. Nos separamos para lograr mayor eficiencia en conseguir buen sitio; pero es ya tarde Teofilo no ha encontrado otro lugar que estarse tendido sobre la techumbre de uno de los coches. Rómulo de pie sobre un tope, haciendo equilibrios, y yo como un mono en la parte exterior de un vagón de carga.

Sucios y cansados llegamos a las nueve y media a Badalona. Nos dirigimos a la playa pero hay tantos entes pululando por ella, que es imposible encontrar lugar a propósito. No queda una caseta disponible y nos servimos de una de tantas barcas que aquí se hallan. Los rigores del sol del mes de julio se dejan sentir en toda su amplitud. No puedo casi bañarme por falta de espacio. Cada uno cree que es dueño y señor de la arena y agua. Como no voy a estar zambullido todo el día, busco espació para sentarme y descansar. ¡Quimera! Pelotazos por aquí, arena en los ajos por allá... Voy perdiendo la paciencia. Mis compañeros me sugieren dormir y a la vez tomar un baño de sol. Lo logramos hasta las tres de la tarde. Almorzamos. Parca y sobria la comida nos sabe a gloria, a arena, a salina, y a etc. etc. Los rigores del calor se dejan sentir sobre mi piel y me paso la tarde sufriendo.

A las ocho emprendemos el viaje de regreso. En la Rambla observo que los badaloneses nos miran con cara de pocos amigos. Parece que seamos culpables de que ellos gocen de una buena playa. Los trenes llegan a Badalona abarrotados. Imposible conseguir un mal lugar. Va gente hasta en la parte anterior de la maquina. A las nueve y media nos decidimos a ir a por el tranvía. Teofilo dice que se ha divertido, Rómulo, también, pero menos. Yo no. De San Adrián a Mongat no funciona más que un coche. Hacemos cola hasta las diez y media. Estoy rendido de cansancio, mal humor y pesimismo. Me decido a ir a pie hasta el Besós. Mis amigos me acompañan y a las once y cuarto formamos nuevamente cola para el 71. No subimos: nos suben a codazos y puntapiés. El suplicio de Tántalo. Llego a casa a las doce y cuarto materialmente molido.

No me he divertido. Estoy decidido a meterme en cama y no levantarme hasta el invierno. De todo lo que más me ha ofendido es que durante la espera del tranvía en Badalona, sus ciudadanos nos miraban con una expresión de risa irónica que crispaba los nervios.

No pienso relacionarme más con Rómulo y Teofilo. ¿A eso le llaman divertirse?.”
No añadimos más lo prometido es deuda.

Juan de A. Dorato